En la pared del despacho de Valentín González Gálvez hay recortes de periódicos, placas y medallas que homenajean su labor y trabajo. Valentín es un policía municipal jubilado, procedente de Extremadura, y presidente de la asociación Vicus Albus, una asociación cultural de Vicálvaro que existe desde 1982. En la calle Villajimena, enfrente de la Universidad Rey Juan Carlos, González y sus cuatro socios trabajan día a día para reconstruir y difundir la difusa historia de Vicálvaro a través de un museo. “En cada sitio en el que veo el nombre de Vicálvaro, sé que hay algo que investigar”, afirma contundente.
Desde el primer momento, parece estar tan orgulloso como agradecido por la entrevista. A día de hoy, en el 35 cumpleaños de Vicus Albus, Valentín recuerda sus orígenes. “El museo no comenzó como una meta o con unos objetivos marcados”, señala. El origen de la asociación fue algo totalmente anecdótico. “Estaba ayudando a dos chicas de magisterio a buscar datos de urbanismo, porque trabajaba como funcionario del ayuntamiento”, recuerda. Ahí comenzó todo. La referencia más antigua que existe de Vicálvaro es de 1566, lo que sorprendió a González y le animó a sumergirse en la historia vicalvareña. “Yo sólo tenía el graduado escolar y nunca había indagado en un archivo, pero sentí que tenía que seguir con esto”, afirma emocionado. Además, la población de Vicálvaro siempre ha demandado, según él, ayuda para comprender cuál ha sido el desarrollo de su pueblo desde sus comienzos.
1951 es la fecha más nefasta en la historia de Vicálvaro, porque cuando Madrid lo absorbió, perdió toda su identidad
El balance que el presidente hace de estos últimos 35 años es positivo. “Ni por asomo esperaba llegar a esto cuando llegué a este pueblo en los 70”, señala. Y es que Vicálvaro, hasta 1951, era una localidad independiente de Madrid. Entonces, la expansión de la capital lo absorbió, haciendo que perdiese toda su identidad histórica. “Es la fecha más nefasta en la historia de Vicálvaro”, comenta el expolicía con indignación. González no desecha la idea de que el ahora barrio recupere su autonomía, pero también asegura que “la realidad es la que hay, y hoy en día es imposible de volver a eso, por las dificultades legales y económicas que supone ese proceso”. Sin embargo, González cree que no todo está perdido y que el sentimiento de pertenencia a Vicálvaro sigue viva tras más de 50 años de integración en Madrid.
La juventud, desafío para Vicus Albus
“Es una pena porque aquí ofrecemos todo de manera gratuita: la investigación, entrada al museo, conferencias o visitas guiadas por Vicálvaro”, afirma González, algo decepcionado por la escasa participación de la juventud del barrio en proyectos como el suyo. Pese a que Vicálvaro tiene actualmente 70.000 vecinos, sólo 169 son socios de la asociación y son menos los que acuden a los actos que organizan. Su financiación procede de una cuota de socio de 14 euros anuales, que no ha variado desde 1986, que permite el sustento del proyecto. “Yo no pido que la gente venga aquí a trabajar, pero sí que se involucre más con nosotros”, concluye.
González habla con nostalgia de los tiempos en los que el barrio se involucraba activamente en las cuestiones que le afectaban. “Recuerdo movilizaciones muy importantes como cuando la construcción de la carretera M-40 dejó al pueblo sin conexión con el centro de Madrid”, afirma orgulloso, “todo el vecindario salió a la calle, se mantuvo firme y consiguió la construcción del actual enlace con la calle O´Donnell”. Todo este espíritu es el que desde Vicus Albus se quiere preservar e inculcar en los más jóvenes.
Mural en la fachada principal del museo Vicus Albus
Vicálvaro, clave en la historia de Madrid
Más allá de la famosa Vicalvarada, la asociación trabaja por enseñar otra historia menos conocida de Vicálvaro. Un ejemplo de ello es el edificio que actualmente ocupa la Universidad. Originariamente se trataba de una fábrica de tejidos, creada en el siglo XVIII, que luego adoptó las funciones de cuartel militar. “Durante la Guerra Civil, aquí se establecieron los batallones XI y XII de las Brigadas Internacionales que vinieron a defender la Segunda República”, apunta González. Por ello, se esmeraron en encontrar a los supervivientes y les ayudaran en recordar al Vicálvaro de la época. “Nosotros fuimos los primeros en homenajear a un brigadista francés, que había estado en Vicálvaro y que había combatido en el Jarama”, comenta. Vicus Albus lo trajo de vuelta en dos ocasiones, 1986 y 1996, para dar testimonio de sus vivencias en la localidad medio siglo antes.
Cuando se habla de futuro, González no ve límites. “Estamos consolidados en el barrio, tenemos que seguir encontrando datos nuevo e interpretar los que ya tenemos”, valora. Aunque son muchas las dificultades a las que las asociaciones se enfrentan actualmente, en Vicus Albus tienen la voluntad y la fuerza para continuar el camino labrado durante estos 35 años.
Mural en la fachada principal del museo Vicus Albus