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"Lo peor que le ha pasado a Vicálvaro es pertenecer a la capital"

Valentín González, presidente de Vicus Albus, junto a la base de datos de la asociación.
Entre 1948 y 1954, Madrid absorbió un total de trece pueblos de sus alrededores para convertirlos en barrios de la gran ciudad. El 20 de octubre de 1951 llegó el turno de Vicálvaro, cuyos vecinos vieron cómo la masificación de la capital les arrebataba parte de su identidad. Apenas un año después, y ajeno a todo lo que acontecía en Madrid, nacía en Extremadura un niño que, unos veinte años más tarde, se mudaría al barrio –para él, el pueblo- que cambió su vida. En 1970 Valentín González (Bienvenida, Badajoz, 1952) llega a Vicálvaro y se impregna de los valores y la historia de un barrio al que, asegura, “lo peor que le ha pasado es pertenecer a la gran capital”.

 

“SÉ QUE NO TENGO RELEVO”

"Los proyectos espaciales necesitaban construir bases en España"

Alberto Martos es uno de los referentes en las misiones espaciales con colaboración española
Equiparado a la Circunnavegación de Magallanes y Elcano, el de Alberto Martos es uno de esos casos en los que la labor española ha sido, y sigue siendo, importante para el desarrollo de la historia de la humanidad. Y es que hace 50 años, cuando millones de personas miraban al hombre pisando la luna por televisión, no se paraban a pensar en el ejército de hombres repartidos por todo el mundo que velaban por la seguridad y el éxito de Aldrin, Armstrong y Collins. Algunos de ellos desde California, pero también desde Canarias y Madrid. El ingeniero de telecomunicaciones Alberto Martos narra con fresco recuerdo esos gloriosos años en los que las misiones espaciales contaron con la imprescindible labor española.

Almeida cambia de aires

El alcalde de Madrid ha puesto en marcha nuevas medidas para intentar paliar la polución tan acuciante de la capital española.

 

Falsos autónomos sobre ruedas

Editorial
Economía
Durante el último año de 2018, la Inspección del Trabajo de Madrid, Valencia y Barcelona confirmaron que algunas plataformas como Deliveroo, perteneciente a las start-ups emergentes, trabaja con “falsos autónomos” como repartidores y que el modelo operativo de estos es de empleados dependientes. Los avances tecnológicos sirven para maximizar beneficios, sin embargo, cabe cuestionarse hasta qué punto el ciudadano como usuario de estas aplicaciones es cómplice de la explotación, también conocida por ser la nueva esclavitud del siglo XXI. Será la legislación la encargada de determinar con qué parámetros trabajan estos autónomos (si lo son) y qué derechos tienen.

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