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Vacunación COVID: un remedio global necesario

Editorial
Pandemia Internacional
El desigual proceso de vacunación mundial que estamos viviendo estas semanas deja de manifiesto una vez más las grandes diferencias entre el Primer y el Tercer mundo, ahora en materia sanitaria.
El cambio de año y la llegada del esperado 2021 trajo finalmente el inicio de la ansiada vacunación Covid tras la aprobación en Europa y EEUU de las vacunas de Pfizer y Moderna. A estas dos se ha sumado recientemente la vacuna de AstraZeneca que viene a completar y aumentar el número de dosis disponibles en los países desarrollados. Sin embargo, el ritmo de vacunación desigual en los diferentes países está dejando de manifiesto que en la carrera del fin de la pandemia no todos participan en igualdad de condiciones.

Israel es el país del mundo con más vacunados, y con un ritmo de vértigo pretende tener a toda su población inoculada para el 16 de marzo. Todo indica que con seguridad conseguirá su objetivo. Le sigue en el ranking los Emiratos Árabes Unidos con más de la mitad de su población inmunizada. El Reino Unido y EEUU ocupan el tercer y cuarto puesto. Los países de la UE, con una estrategia de vacunación conjunta, no llegan apenas a un 10 % de la población vacunada aunque todo indica a que el ritmo se acelerará en breve. Choca ver el final del listado de vacunación donde se encuentran los países menos desarrollados: Venezuela con 157 vacunas, Bolivia con 10.000 vacunas o Senegal con 25.000. Incluso dentro de estos países hay una enorme desigualdad, pues el 90% de la vacunación se concentra en solo cuatro países: Chile, Argentina, México y Brasil.

La falta de equidad entre los países avanzados y aquellos en vías de desarrollo demuestra de nuevo el vergonzante olvido del Primer mundo para con las personas del Tercer mundo. El Director de la OMS ya ha advertido que si obviamos la vacunación en estos países menos desarrollados “la pandemia se prolongará y habrá más sufrimiento”. Según la previsión de la OMS, los 84 países más pobres del mundo, casi todos ellos en África, no se vacunarán hasta 2023 si es que se llega a conseguir en esa fecha. Europa, EEUU y los países más ricos no pueden soslayar esta realidad y han de implementar políticas solidarias que faciliten la llegada de vacunas de manera masiva a estos países.

La presidenta de la UE, Ursula von der Leyen, ha asegurado que la institución que preside se implicará en hacer llegar inyecciones a los países de bajos ingresos. Por otro lado, el flamante presidente de EEUU, Joe Biden, también debería comprometerse en unas ayudas con las que el país más rico del mundo tiene una obligación moral. La reincorporación de EEUU a la OMS que firmó Biden nada más llegar a la Casa Blanca debe ahora materializarse en ayudas concretas y urgentes para vacunar en estos países.  No hay que olvidar que el hecho de que la pandemia siga activa en algunas zonas del mundo podría hacer que se produjeran mutaciones que en un mundo global llegarían rápidamente a la otra punta del planeta.

Es urgente que la OMS tome las riendas de la vacunación en aquellos países donde los sistemas sanitarios no puedan soportarla. Todo ello  debería hacerse con el apoyo económico de las grandes potencias mundiales. Se debe implementar una vacunación masiva que garantice el principio de la solidaridad que lleva la OMS en su ADN.  Es cierto que la institución ya está en ello. No obstante, el programa gratuito de inoculación COVAX, que lidera la institución mundial para los países más pobres, solo prevé inmunizar un 20% de la población de cada país. Esta cifra es insuficiente además de inadmisible. Si la OMS quiere recuperar el prestigio y desprenderse de críticas como las vertidas recientemente por Donald Trump debe dar un ejemplo al mundo.  Hoy más que nunca su existencia es necesaria y es su obligación dar fe de ello.

 

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