Axa Milá de La Roca
El 55% de los trabajadores viven de la economía sumergida. Un modo de vida instalado en la cultura latinoamericana desde hace décadas. Por ello no ha pasado un día sin que los vendedores ambulantes salgan para intentar llevar algo de dinero a sus hogares. Incluso se adaptan a los tiempos y ahora ofrecen mascarillas.
México suspende toda actividad no esencial y, al haber menos gente en la calle, las ventas caen un 85%. Por ello, los comerciantes ambulantes piden desde la calle ser incluidos en los programas de apoyo. Brasil no establece medidas y se posiciona en el primer lugar de la lista de contagiados y fallecidos. Por su parte, Perú atraviesa la crisis sanitaria: sin camas para tantos enfermos, ni capacidad para cremar tantos cuerpos. Allí mismo desalojan el mercado municipal de Cajetá porque los vendedores ambulantes se niegan a respetar la cuarentena. En Colombia también protestan por la falta de ayudas y alimentos. Así en toda la región.
El cuadro es delicado. No hay protección social para ese 55% de los latinoamericanos que viven de la economía informal. En muchos de estos países ni siquiera existe el concepto derecho a paro. Hay menos recursos e infraestructuras que en Europa para la sanidad pública. Se vive una crisis socioeconómica, incluso una crisis humanitaria, a la que sumar ahora la sanitaria. Es lógico que se espere la mayor recesión de la región desde 1930. Mientras eso ocurre, los comerciantes informales abandonados a su suerte esperan algún tipo de apoyo gubernamental o la aprobación de una ley especial para trabajadores no asalariados. Algunos amenazan con saqueos si no tienen qué comer, como ya ocurre en Venezuela.