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La vieja política vestida de verde

Editorial
Crisis Mundial. Cambio climático
El rio Rin durante la sequía de 2022. Foto de Bernd Dittrich. Unsplash

El cambio climático. Lleva lustros en el debate público y parece que aún no se ha llegado a una auténtica solución para frenar la mayor amenaza a la que se ha enfrentado nuestra especie. La tendencia ascendente de la temperatura y sus devastadores efectos cada vez son más patentes.

Y este debate público ha traído un enfrentamiento político. Partidos y lobbies que hacen campaña con el negacionismo. Discursos en el Congreso negando la evidencia científica. “Que se caliente un poco el planeta evitará que haya muertes por frío” llegó a apostillar un diputado en sede parlamentaria.

El origen antropogénico del cambio climático está avalado por numerosos estudios, incluso de las grandes petroleras, como Exxon, que en los años 80 preveían con asombrosa precisión la tendencia térmica ascendente de la actualidad. Fruto de los combustibles fósiles y la industrialización. Fruto de un sistema productivo intensivo y que busca el beneficio particular por encima del beneficio común. Al final todo se reduce a la política, la vieja política. La política que pretende salvar un modelo productivo que pretende crecer eternamente, pese a que los recursos sean limitados. Esa misma política que permite que países compren emisiones de otros países a cambio de enormes cantidades de dinero. Nos mienten. Siempre nos mienten.

Mienten cuando dicen que para el año 2040 se pretende reducir hasta 0 las emisiones de gases de efecto invernadero, porque cada año aumentan un poco más. El tejido industrial envenena los océanos, los grandes sumideros de CO2, generando grandes cantidades de basura que conforman enormes manchas de plástico que vagan por sus corrientes.

Fenómenos climáticos extremos son cada vez más frecuentes, como sequías implacables como la de este verano en Centroeuropa En España, sin ir más lejos, los cambios a los que ha sido sometido el clima con el paso de los años son más que notorios. En siglo y medio ha aumentado la temperatura 1,5ºC. Sucesos como el inmenso incendio de Zamora en 2022 que asoló y arruinó para siempre una comarca antes próspera, serán más habituales debido a las sequías.

En Bruselas, mientras tanto, acuerdan y proponen que seamos los ciudadanos quienes cambiemos nuestros hábitos de consumo, bien sea por la crisis energética provocada por la guerra y la subsiguiente inflación, bien sea por la crisis climática. Sin embargo, las grandes industrias siguen contaminando, esta vez bajo un mantra de ecologismo que maquille sus malas praxis habituales. Hagan memoria: ¿cuántas energéticas han adoptado el verde en su color corporativo? Es lo que los anglosajones llaman Greenwashing. El viejo capitalismo. La vieja política. Ahora en color verde.

Mientras los CEO y los máximos accionistas se permiten hacer trayectos en avión de veinte minutos y las aerolíneas, en plena pandemia, fletaban aviones vacíos para no perder las rutas comerciales, los ciudadanos se plantan delante del cubo de basura preguntándose a qué recipiente irá ese envoltorio. Informes de Intermón Oxfam arrojan el dato de que el 1% más rico contamina más del doble que el 50% más pobre de la humanidad. ¿De verdad somos los ciudadanos los que debemos cargar con todo el peso?

En la mayoría de países no se toman las medidas necesarias para frenar el avance de esta catástrofe, ya sea por necesidad, como los países en vías de desarrollo, como por política, como China o Estados Unidos, sobre todo bajo la ola trumpista. Este es un problema de todos, es un reto global, y si realmente hay acuerdos y promesas realizadas, deberían de empezar a materializarse cuanto antes. No basta con reciclar nuestro plástico. Ni con dejar de utilizar un viejo diésel. Se trata, como mínimo, de cumplir con los compromisos. Aunque, recordemos, que así es la vieja política. Nos mienten igual, pero vestidos de verde.

 

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