El presidente del partido ultraconservador Ley y Justicia (PiS), Jaroslaw Kaczynsky, cedía finalmente a la presión social y aparcaba el polémico debate. El Sejm (Parlamento polaco) mandaba los dos controvertidos proyectos de Ley a la nevera, con el voto favorable del PiS. Un triunfo para el color negro, símbolo en Polonia de la lucha feminista.
La propuesta de la organización “Stop Aborto” pretendía eliminar una de las tres hipótesis legales, aprobadas dentro de la restrictiva Ley de Planificación Familiar de 1993. En concreto, la malformación fetal, practicada en el 98% de los casos. Los otros dos supuestos legítimos que ofrece Polonia son la violación o incesto y en el caso que el embarazo pueda provocar daños irreversibles o la muerte a la madre.
El segundo proyecto, presentado por otra asociación pro-vida, solicitaba prohibir por ley las clases de educación sexual en las escuelas y penalizar, con hasta 5 años de cárcel, a los docentes que tratasen de impartirlas entre los menores de edad. Esta polémica ley, según su enunciado, pretende evitar el fomento de la pedofilia y que se incite a los alumnos a ser sexualmente activos. Y cuenta con el apoyo del primer ministro polaco, Mateusz Morawiecki, que ve en ella reflejados los valores tradicionales del país.
Un país inmerso en plena crisis del Covid-19 con 7.800 contagios y 292 muertes, donde el Gobierno pretende llevar a cabo unas elecciones el próximo 10 de mayo. A pesar del aislamiento, la mayoría de la población ha protestado frente a todas estas medidas. Especialmente las mujeres se han movilizado para defender sus Derechos Humanos. Con actos como el cerco al Parlamento y protestas desde sus vehículos. Encabezadas por el movimiento feminista polaco y secundadas por Amnistía Internacional, “Human Rights Watch” y el Parlamento Europeo