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Coronavirus: la epidemia del miedo

Editorial
Pandemia Internacional
Campaña #NoSoyUnVirus en España. Twitter @ANTONIOLIUYANG
Campaña #NoSoyUnVirus en España. Twitter @ANTONIOLIUYANG
Dos meses después de que se activara la alerta por el brote de coronavirus humano en la ciudad de Wuhan (China), la alarma social amplificada por los medios de comunicación está provocando una ola de actitudes xenófobas hacia las comunidades asiáticas expatriadas.
No es la primera vez que un brote infeccioso de estas características provoca una extensión del pánico aún más rápida que la del propio patógeno. Tampoco lo es que la opinión pública occidental se apresure a asociar la epidemia con las pautas culturales de la sociedad donde se originó la emergencia. Ni siquiera son novedad los protocolos de cuarentena a los que son sometidas las personas que proceden de zonas de riesgo. Observando la historia reciente, los brotes epidémicos se han visto acompañados habitualmente por numerosas conductas xenófobas disfrazadas de miedo, especialmente cuando los infectados son distintos al grupo mayoritario o hegemónico que conforma la comunidad de acogida.
 
Hasta este momento, casi una treintena de países –entre los que se encuentra España– se han visto afectados por numerosos casos de contagio. Al margen de la tragedia que supone la pérdida de más de un millar de vidas, y del reto al que se enfrentan diariamente las autoridades chinas para controlar la epidemia, el servicio diplomático del país asiático ha alertado sobre las actitudes xenófobas que están sufriendo muchos de sus compatriotas que viven en otros países: “el enemigo es el coronavirus, no los chinos”.
 
El desafortunado auge de estos comportamientos, hacia personas supuestamente infectadas, no puede ser considerado de ningún modo asumible o justificable. Aquí, tras la actitud comprensible del miedo al contagio, asistimos al apogeo de la cara más radical de “la otredad”: el sesgo de generalización y el etnocentrismo. La generalización, porque con ello se fomenta la creación de tópicos que azotan y persiguen a los afectados: las personas de origen chino serían herméticas, mafiosas, de costumbres culinarias delirantes, capaces además de transmitir infecciones respiratorias mortales, juzgando de este modo el todo por las partes. El etnocentrismo, porque quienes lo practican consideran superior la cultura propia, denostando todas aquellas formas y expresiones culturales que no se ajustan a su estándar. En tiempos de crisis estos sesgos conducen al florecimiento de creencias y actitudes supremacistas que ocultan el “provincialismo” endógeno que nos conforma como sociedad y que, en muchas ocasiones, nos lleva a mostrar rechazo por ese “otro” que cruzó nuestras fronteras físicas para acabar “fronterizado” en sus comercios y en sus “guetos”, ya sean espaciales o sociales.
 
Estos días asistimos al acoso mediático que desde numerosos frentes actúa contra la ciudadanía china. Desde los medios de comunicación se ejerce una excesiva amplificación, actualizando constantemente las noticias sobre la evolución del virus y el número de afectados. Desde las Redes Sociales se promueve la circulación masiva de bulos y memes, dibujando con ello un panorama alarmante al que muchos se suman sin conciencia alguna. Como consecuencia, se está registrando un significativo descenso de asistencia a comercios que llevan años abiertos en los países de acogida, bromas crueles en los colegios a niños adoptados de origen chino y una cierta actitud de rechazo ante aquellos que presentan rasgos asiáticos.
 
Con todo, no deberemos confundir esta apelación contra la xenofobia con un “buenismo” que tolere la falta de rigor en los controles sanitarios y epidemiológicos. En consonancia, también es criticable la postura poco transparente que las autoridades chinas están adoptando ante la crisis. Actitud que sus propios ciudadanos están cuestionando desde que el doctor Li Wenliang, ya fallecido por la epidemia del coronavirus, advirtiera sobre su aparición el pasado mes de dicembre. Tampoco resulta comprensible que después de algunos episodios epidemiológicos graves, estas mismas autoridades no hayan establecido controles sanitarios sobre el consumo humano de animales salvajes. Pero una cosa es exigir información o responsabilidades a las autoridades competentes y otra muy diferente señalar a la comunidad china por los estragos del coronavirus.
 
Bajo el hashtag #NoSoyUnVirus, muchos afectados han defendido en las redes su derecho a no ser rechazados socialmente debio a su procedencia. También hemos conocido estos días que viajeros procedentes de China están realizando confinamientos voluntarios en sus domicilios. Quizá este gesto de responsabilidad constituya el mejor ejemplo de un pueblo que lucha contra su estigmatización.
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