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«Infopsicosis»: que (no) cunda el pánico

Reportaje
Comunicación
Las tertulias del corazón se han transformado en «consultorios médicos».
La cobertura mediática del coronavirus evidencia la consolidación del «infoshow», una tendencia informativa con habilidad para «serializar» desde una catástrofe a una crisis sanitaria. Expertos realizan un diagnóstico del fenómeno y analizan en qué medida los medios fomentan la histeria (o morbo) social.

 

 

«¡Que os metáis en vuestras casas!». Fue el reproche que Jesús Candel, médico de un hospital de Granada, propinó esta semana ante los millones de espectadores que se congregan frente al televisor para su cita diaria con Sálvame. Y es que la pandemia de COVID-19 ha valido para que incluso los programas del corazón reemplacen a sus tertulianos por mesas de expertos que a diario «pasan consulta» en directo. «No sé qué hacen en ese programa esos señores, que son médicos; todo el mundo está con teletrabajo y vosotros no», añadía indignado Candel.

Es una muestra del escenario informativo al que asistimos desde que el pasado 14 de marzo el Gobierno declarase el estado de alarma. Se multiplican desde entonces los espacios que copan las parrillas con el virus como «percha». ¿Pero obedece dicha proliferación a un fin informativo o sensacionalista? «Cuanta más alarma creen, más audiencia van a tener y, por tanto, más van a cobrar por ingresos publicitarios», lamenta a GlocalPressUrjc Miguel Ángel Medina, oficial de la Unidad de Prevención y Reacción de la Policía Nacional.

Patricia González, estudiante de Psicología en la UNED, recuerda que los medios siempre van a tener dos vertientes, la de informar y la de dar a conocer sus capacidades para informar, y la consecuencia de esta última es la sobreinformación. Aun así, subraya, «el coronavirus ya de por sí es una noticia de gran relevancia en la que, en mi opinión, los medios no han exagerado porque hay gente que todavía no se entera». 

¿Sobreinformación o «sobreexcitación»?

En esta línea, el divulgador científico Luis Quevedo afirma a este diario que, más que sobreinformar, «están sobreexcitando», aunque sostiene que el coronavirus no ha cambiado la articulación del sistema mediático sino que «la ha acentuado». Postura que suscribe Enric Saperas, catedrático de teorías de la comunicación de la Universidad Rey Juan Carlos, que recuerda que el infoshow no es ninguna novedad y que «es consecuencia de la mala deriva de las televisiones privadas desde que aparecieron, que han confundido la televisión con el espectáculo, convirtiéndola en un medio de mala calidad en el marco de un oligopolio».

Sin embargo, es un hecho que cierta histeria se ha instalado en la sociedad y las imágenes de personas arramplando con los supermercados lo certifican. Muchos ciudadanos lo atribuyen al alarmismo creado desde los medios, como Natalia Montero, residente de Zarza de Granadilla (Cáceres), que defiende que «si lo que se persigue es normalidad, no deberían pasarse las 24 horas hablando de lo mismo».

Pero aun siendo conscientes de cierto sensacionalismo, ¿por qué «caemos en la trampa»? Quevedo explica que «nuestro cerebro reacciona muy bien a cosas que dan miedo» y que, además, «no está diseñado para una pandemia relatada por medios de comunicación». Un planteamiento que explicaría nuestro patrón de comportamiento en un ecosistema informativo que relata la «tragedia» en vivo: «La mejor analogía es la del bacon: nos atiborramos de él aunque nos siente mal, porque no estamos evolutivamente diseñados para ello», apostilla el divulgador. 

Saperas matiza que «es la audiencia la que al final decide el consumo de esta información», pero advierte de sus contraindicaciones: «Puede provocar ansiedad, dependencia respecto a los medios y miedo o malestar social». Y añade otra, el uso de un lenguaje bélico: «Sirve como alerta, pero no solventa los problemas en un momento como este».

Con este diagnóstico están de acuerdo los psicólogos consultados por este diario y coinciden en el «tratamiento» más efectivo contra la «intoxicación» mediática: hacer «dieta informativa». ¿Y en qué consiste? «En establecer un horario y el resto del día poder ocupar la mente con otras cosas, de esta manera podemos dar espacios de oxigenación a nuestra mente», recomienda la psicoanalista Leticia Linares.

El «caso influencer»

Otra cuestión en la que hacen hincapié es en el contacto. La psicóloga Amaia Burguete recuerda al respecto que «las redes sociales bien usadas pueden ser una fuente de apoyo para normalizar esta situación de confinamiento y calmar la ansiedad». De hecho, estos días hemos visto que incluso el Ministerio de Sanidad ha solicitado a conocidos influencers difundir vídeos dando indicaciones sobre cómo efectuar el protocolo de higiene.

La esfera instagramer es, no obstante, caldo de cultivo para bulos y hasta «remedios» caseros contra la enfermedad: aguantar la respiración, beber agua a 27º o ingerir constantemente líquido son algunos de ellos. El también psicólogo Paul Pérez alerta de que estar en contacto con este tipo de información hace que accedamos solo a una parte de la realidad: «Aquella que confirma nuestras creencias, lo que en psicología llamamos “sesgo de confirmación”». 

¿Cuál sería entonces la fórmula adecuada para informar (e informarse)? «Dar el micrófono únicamente a quienes tienen que gestionar esta crisis, que son los sanitarios y el Gobierno, a nadie más», defiende Medina, mientras Quevedo incide en que «cuando entra en juego la salud es fundamental ir a los hechos y enseñar que hay zonas grises, incógnitas, que van a ser así durante mucho tiempo». En este sentido, concluye: «Uno de los peligros en los que más se está cayendo es en contestar a preguntas para las que todavía no hay respuesta».

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