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La prostitución, una salida de la pobreza

Opinión
Economía
La situación económica en España, cada vez es más insostenible para cientos de familias. Muchas mujeres deben ejercer, como último recurso, la prostitución. Una forma de salir de la pobreza en que se encuentran sumidas ellas y, probablemente, los miembros de su familia. Una salida a la pobreza económica, pero una cárcel moral de complicada escapatoria.

 

Esther Bonilla

 

La renta per cápita ha sufrido una gran decadencia en estos últimos años de crisis. En España, las familias cada vez son más pobres. Sus situaciones se vuelven muy desesperadas, y muchos se abalanzan sobre puestos de trabajo mal remunerados, donde trabajan casi de sol a sol. Parece que hemos vuelto a la esclavitud.  Nos encontramos en esa etapa en la que solo hay ricos y pobres, en la que ha desaparecido la clase media.

Las mujeres en nuestro país, ya partían de situaciones precarias de empleo. Un 80% obtiene contratos a tiempo parcial. Un 60% de las mujeres que actualmente están desempleadas, lo están en un periodo de larga duración. Estas situaciones pueden llevar a un gran porcentaje de mujeres a aceptar empleos mal remunerados con contratos que rozan la ilegalidad. Algunas de ellas, con situaciones mucho más extremas recurren a la prostitución como vía de escape.

En el polígono Regordoño de Móstoles, donde se encuentran innumerables naves industriales, últimamente ha aumentado la presencia policial. La causa de ello ha sido la asidua presencia de prostitutas que se ha incrementado notablemente en el último año. Cuando no hay demanda, no hay oferta. La prostitución en España es consecuencia de la demanda de los puteros -que no clientes-. Estos son la segunda causa de este tipo de esclavitud. Se calcula que por lo menos uno de cada cuatro españoles ha recurrido a estos servicios.

En calidad de mujer me doy cuenta del calvario que tienen que vivir estas chicas para recurrir a vender a su cuerpo. Porque son otro tipo de esclavitud, a niveles infrahumanos. Carecen de libertad de cualquier tipo. Se ven arrastradas a las calles, en condiciones nefastas, aceptando que hombre tras hombre maneje su cuerpo. Este es uno de los grandes problemas de la sociedad, que trae la situación económica de nuestro país. No intento cambiar el mundo en dos líneas, créanme. En calidad de mujer, si sirve de algo, doy voz a la desesperación de estas representantes del sexo.

Lamentablemente, no está en mi mano cambiar el mundo, si lo estuviera, las cosas serían distintas. Lo realmente sorprendente  es que los responsables de cambiar el mundo, los que realmente pueden hacer algo por mejorar esas situaciones base que desencadenan todo un ciclo de desastres, parecen no encontrar soluciones a absolutamente nada. Y las “soluciones” que imponen, en ocasiones, lo empeoran todo.

Cambiar el mundo, en especial el de estas mujeres, no pasa por imponerles multas para evitar “lamentable espectáculo” como dejó claro el Ministerio del Interior hace poco.

Cambiar el mundo de estas mujeres pasa por fomentar e incorporar la igualdad en ambos sexos en el ámbito laboral y en todos los demás.

Cambiar el mundo de estas mujeres pasa por perseguir incansablemente y desarticular  cada una de las mafias que trafican con ellas.

Cambiar su mundo comienza con identificar realmente a estas mujeres con la cruda realidad que viven. Borren de su mente esa imagen que nos ofrecen los medios de comunicación de una señora de punta en blanco, sentada en un plató de televisión pavoneándose de aquellos tiempos en los que compartió cama con varios famosos. O borren a aquella Julia Roberts que se hospedaba en el hotel más caro de Beverly Hills con un multimillonario que le solucionó la vida. Despierten y miren a su alrededor, no hay ninguna Pretty Woman. La realidad es mucho más cruda, y cada vez es peor.

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