Hace casi medio año que el voto de Estados Unidos por la presidencia conmocionó al mundo: el extravagante empresario que se había paseado por las televisiones estadounidenses cantando barbaridades, Donald Trump, salía electo. Muchos inevitablemente pusieron la mirada en Europa y en las elecciones que se sucederían próximamente; muchos calificarían a Trump de fascista, caracterizado por la mayor cualidad de uno de ellos: ser populista.