El pasado 28 de febrero Joseph Ratzinger, de 85 años, dejó de ser Papa tal y como anunció días antes debido a sus problemas de salud. Desde este día no dejaron de sucederse listas de favoritos para sustituirle. Entre ellos cobraron fuerza los nombres de Angelo Scola, arzobispo de Milán de 71 años; el de Sao Paulo, Odilo Scherer de 63; y el arzobispo de Ghana Peter Turkson de 78 años. Pero como ya sabíamos por las más de 300 votaciones papales (legítimas e ilegítimas) que ha habido, podía pasar cualquier cosa, pues tan sólo en menos de una docena de ellas fue elegido alguno de los favoritos. Y así sucedió el 13 de este mismo mes, cuando Jorge Mario Bergoglio de 76 años, con el nombre de Francisco I, se convirtió, por sorpresa, en el nuevo pontífice el segundo día de cónclave, tras apenas cinco votaciones, convirtiéndose en la tercera elección más rápida de la historia, tan sólo superado por Pío XII y su antecesor, Benedicto XVI.
La sorpresa de este nuevo representante de Cristo no es tanta si atendemos al cónclave celebrado quien en 2005, donde recibió 35 votos de los miembros del Colegio Cardenalicio, siendo así el máximo rival de Benedicto. En esta ocasión fue elegido por 90 de los 115 cardenales que formaron el cónclave en la Capilla Sixtina, los cuales no pueden superar los 80 años, entre otros requisitos. Los cardenales que superen esta edad ni si quiera pueden entrar en la popular capilla mientras se celebre el cónclave. Otro requisito para ser el Sumo Pontífice consiste en ser varón bautizado, que en caso de ser elegido, será ordenado obispo, para lo cual se necesitan cinco años como presbítero y haber cumplido 35 años.
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Sea cual sea su condición, para que haya nuevo Papa, éste debe ser escogido por al menos dos tercios de los electores presentes, es decir, obtener 77 votos. Para la elección se requiere la mayor confidencialidad, pues los cardenales no pueden salir del Vaticano durante las votaciones, además de guardar secreto sobre estas, antes, durante y después de la elección. Así mimo, sus eminencias deben dormir en la Casa de Santa Marta, adyacente a la basílica de San Pedro, en habitaciones sorteadas para evitar que los amigos estén cerca y comenten lo sucedido durante los comicios.
Para esta votación los cardenales deben escribir en la papeleta, entregada por los ceremonieros y con forma rectangular, Eligo in Summum Pontificem en la superior y el nombre de su elegido en la parte inferior, con una caligrafía distinta a la suya habitual. Tras esto son elegidos por sorteo tres Escrutadores, tres encargados de recoger los votos de los cardenales enfermos y otros tres Revisores. Las papeletas se introducen en una urna situada en el altar y se procede al recuento y escrutinio de los votos en voz alta por parte de los Escrutadores, no sin antes haber recibido otra urna, donde se encuentran los votos de los cardenales indispuestos. Se realiza entonces la suma de los votos que cada cardenal ha obtenido y los Revisores pasan el control debido para ratificar el trabajo de los Escrutadores. Inmediatamente se queman las papeletas.
Como es tradicional, si ningún obispo alcazó los dos tercios necesarios para ser nombrado Papa, se produce la “fumata negra”, en la que se queman las papeletas junto a paja húmeda, percrorato de potasio, antraceno y azufre. Si por el contrario, la votación ha prosperado, se provoca la llamada “fumata blanca”, la cual se consigue quemando las papeletas junto a clorato de potasio, lactosa y colofonia. Al mismo tiempo las campanas de la Basílica de San Pedro comienzan a repicar dándole la bienvenida, y unos 40 minutos después aparece, en el balcón de la Basílica el cardenal protodiácono quien anuncia el famoso Habemus Papam. Pero todo esto no siempre se ha desarrollado igual.
Para el nombramiento del Papa número 266, el cardenal protodiácono apareció 20 minutos más tarde de lo habitual en el balcón de San Pedro para presentar el nuevo Pontífice a los fieles que allí esperaban. Novedoso es también la nacionalidad de este nuevo Papa, pues por primera vez en la historia, un obispo latinoamericano alcanza este puesto, y la orden religiosa a la que pertenece. Nunca antes había habido un Papa miembro de la Compañía de Jesús. Esta extraña elección recuerda a lo sucedido por Juan Pablo II, quien como él consiguió ser Papa desbancando a los favoritos de entonces. Curiosamente, este fue quien otorgó a Bergoglio la condición de cardenal en febrero de 2001, y Obispo de Buenos Aires casi diez años atrás. Muchas son las similitudes entre ambos, pues la devoción por los más necesitados que caracterizó a Juan Pablo II es lo que ha llevado a este nuevo obispo de Roma a ser llamado como Francisco I, en honor a Francisco de Asís, “el hombre de la pobreza y de la paz”, explicó.
Sus primeras declaraciones no dejaron a nadie indiferente pues, además de expresar su deseo de mejorar las relaciones de la Iglesia Católica con los judíos, declaró que hay que "tener el coraje de caminar con la Cruz del Señor". Además se vio salpicado por una noticia que lo relacionaba con la dictadura Argentina y otra que lo enfrentaba con el nuevo gobierno del país. Francisco, haciendo caso omiso y sin declarar nada acerca de esto, siguió adelante con sus ideales y nos regaló gestos que demuestran su humildad. El primero de ellos fue despojarse de la cruz de oro roja y de la estola que tradicionalmente llevan los Papas, como pudimos ver en su primera aparición tras ser elegido Sumo Pontífice. También rechazó ir en limusina y optó por viajar con el resto de los cardenales para pagar personalmente la cuenta del hotel donde se había alojado. Además de esto, redujo la seguridad del Vaticano a lo mínimo posible, no se deja besar en la mano y sigue usando sus zapatos negros que, por cierto, tuvieron que comprárselos otros obispos pues él llevaba unos rotos.
Ya es conocido por todos que el Papa Francisco viajaba en metro en Buenos Aires y que no ostentaba grandezas, pues siempre recordada sus modestas raíces. Crecido en una familia católica, Jorge Mario descubrió su vocación un 21 de septiembre de 1955. Su hermana le recuerda como “un chico normal, que como a cualquier chico le gustaba jugar con sus amigos, salir a la calle, jugar a la pelota en una placita cercana con sus amigos, contar chistes y hacer bromas”. En la escuela sin embargo, no se esperaban que este niño de orígenes italianos, de conducta traviesa llegase a ser Papa. "Era un diablo, un diablillo, muy travieso, como todo chico, ¡qué sabíamos que iba a ser el Papa!", afirmó la hermana Martha, quien se encuentra al cargo de la escuela Misericordia, donde Francisco I estudió. Recuerda también que le gustaba preguntarle a la hermana Rosa, su primera maestra, cómo era él cuando era niño, y ella le respondía” 'eras un diablo, ¿te mejoraste un poco?', y él se reía a carcajadas”. Martha añade que la hermana Rosa le contaba “me acuerdo cuando aprendiste las tablas en la escalera y entonces ibas saltando los escalones de dos en dos repitiendo: dos, cuatro, seis, incansable eras”.
Su pasión por el equipo argentino San Lorenzo de Almagro, del que es socio, y la frase que le dijo a su novia Amalia “ si no me caso con vos, me meto a cura” ha hecho confirmar que no se trata de un Papa cualquiera, sino que Francisco I dará que hablar.
Esta humildad ha caracterizado a Francisco I desde el principio, pues nada más asomarse al balcón central de la Basílica de San Pedro pidió a los miles de católicos allí congregados que pidiesen por él. La hermana Martha, que le conoce muy bien, opina que fue un reflejo de sí mismo, pues con esta frase pidió que primero el pueblo le diera la bendición a él. Quizá Francisco I sabe que tiene una dura tarea de regenerar la Iglesia y “hacer limpieza” en el Vaticano después de los escándalos que en los últimos meses han sacudido a ésta. Quizá Francisco I teme que por acordarse más de los pobres que de los cardenales del Vaticano le ocurra lo mismo que a Juan Pablo I, quien murió en circunstancias extrañas 33 días después de ser elegido Papa, y quien quiso seguir con las reformas de Juan XXIII a la vez que aclarar las cuentas vaticanas . Caso que, por cierto, sigue sin esclarecerse y al cuál le rodean numerosas hipótesis.
Por toda esta larga historia que trae consigo, así como la gran importancia que conlleva para todos los cristianos, la elección del Papa es uno de los acontecimientos más seguidos en todo el mundo. Millones de miradas están puestas en Francisco I, en quien los feligreses tienen grandes esperanzas para renovar la Iglesia y acercarla más al pueblo. Para los periodistas, el revolucionario del Vaticano; para los católicos, será el Papa que recordó que “la Iglesia, aunque es una institución humana, histórica, no tiene una naturaleza política, sino esencialmente espiritual: es el pueblo de Dios que camina hacia el encuentro con Jesús.” Francisco siempre será ese diablillo bromista que quería una “Iglesia pobre y para los pobres".