La agencia italiana ANSA ha revelado esta mañana la dimisión del actual Papa el próximo 28 de febrero. Será a las 20:00 exactas cuando cesará su cargo, y este mismo mes se celebrará un nuevo cónclave. Ratzinger no participará en la elección de su sucesor.
Según las palabras del propio Benedicto, esta renuncia es por el bien de la Iglesia, puesto que a causa de su avanzada edad , "ya no tiene fuerzas para ejercer el ministerio petrino". También, explica que no ha sido una decisión precipitada, sino que ha sido el producto de una larga reflexión.
El anuncio ha causado gran impresión, puesto que, además de que nadie se esperaba la renuncia; no ha sido el único en la historia en hacerlo. Gegrorio XII fue el último en hacerlo casi 600 años antes, en 1415. Además, a pesar de que este es un cargo vitalicio, el pontífice puede acogerse al artículo 332, párrafo 2, del Código de Derecho Canónico que establece que un Papa puede renunciar con completa libertad y sin esperar la aceptación de nadie.
Ratzinger comenzó la vida religiosa en el Seminario de San Miguel. Estudió entre otras cosas Teología católica y filosofía en Freising y en sus inicios sus enfoques rompían con los de la época, motivo por el cual tuvo algunas dificultades en su vida académica. Fue ahí donde tanto él como su hermano recibieron la orden sacerdotal y en 1977 se convirtió en Arzobispo de Munich y Freising. Ese mismo año tuvo su primer encuentro con el que más tarde se convertiría en Juan Pablo II.
Tras pasar por varios cargos y lugares distintos, en 2005 las encuestas le situaban como mejor posicionado para suceder a Juan Pablo II si este falleciese, lo que finalmente ocurre el 19 de abril de ese mismo año. Desde entonces había tenido que afrontar diversas polémicas, comenzando por su pertenencia a las juventudes Hitlerianas o los sucesivos escándalos de pederastia por parte de diferentes cargos de la Iglesia.
Han sido varias las polémicas que han salpicado sus ocho años de papado. Los numerosos casos de pederastia en el seno de la Iglesia, así como su desastrosa gestión, ha sido uno de los grandes escándalos eclesiásticos de los últimos años. Las denuncias por abusos sexuales presentadas contra miembros del clero se han multiplicado en países como Alemania o Estados Unidos, lo que obligó a la dimisión de varios obispos y a que Benedicto XVI tuviese que pedir perdón públicamente en 2010.
Ésta, sin embargo, no ha sido la única controversia que ha soportado la Santa Sede, ya que ha tenido que lidiar con las filtraciones que se produjeron cuando en mayo del año pasado el mayordomo del Papa, Paolo Gabriel, reveló documentos secretos.
Sus palabras conforme a temas controvertidos, como la homosexualidad o el uso del condón, tampoco han dejado indiferente a nadie. Sus teorías neoconservadoras chocan con la mentalidad de gran parte de los ciudadanos de los países desarrollados y ha encontrado, por tanto, muchos detractores.
Así, Benedicto XVI deja el puesto que ha ostentado durante los últimos ocho años para dejárselo el próximo 28 de febrero a un sucesor cuya identidad aún desconocemos. Lo hace en un momento de dificultad no sólo en el ámbito económico internacional, sino también en el de su propia Iglesia Católica. Esta se enfrenta ahora a graves problemas tanto económicos como de imagen y de credibilidad, debido a todos los escándalos, especialmente relacionados con la pederastia, que han ido saliendo a la luz en los últimos años. El próximo pontífice deberá encargarse de solucionarlos.
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