Un muro de cartón piedra flanqueado por dos ratas – uno de los personajes preferidos por el autor y que más se repiten a la hora de representar en sus creaciones, junto con los simios – da acceso a lo que quizás podría ser el estudio de arte Banksy. Allí, en penumbra se ve a un maniquí vestido de oscuro y con la cabeza cubierta por la capucha de una sudadera negra. Lo rodean sprays de todos los colores, botes de pintura, brochas, plantillas y el resto del instrumental que han hecho del grafitero sin rostro –como es llamado – uno de los artistas más famosos gracias a sus intervenciones sobre muros de todo el mundo: desde Londres a Gaza o Belén, pasando por Francia. A partir de ahí, comienza un laberíntico recorrido por sus serigrafías más famosas, agrupadas por contenidos y combinadas con algún que otro elemento de atrezzo como bancos o farolas, también grafiteadas en consonancia con el ambiente callejero que se respira de principio a fin.
Y así es, en una penumbra intencionada, como permanecen los visitantes durante todo el recorrido. Inmersos en un halo de misterio e incógnita, que les transporta al corazón más profundo del arte urbano callejero, rozando – de lleno – el vandalismo y lo prohibido. La exposición se va adentrando poco a poco en las piezas más conocidas. Todas impregnadas de esa sátira, ironía y provocación que tanto caracterizan a Banksy a la hora de abordar temas universales como la política, la cultura o la ética, con las que consigue despertar incluso aquellas conciencias más dormidas.
Puede comprobarse cómo la ironía típica de las obras de este artista llama la atención de los públicos más variados. Familias con niños, parejas, grupos de amigos… todo el espacio repleto de caras de fascinación mientras contemplan la realidad contemporánea, que tanto invita a reflexionar, a través de los ojos de Banksy.
Love is in the air. Fuente propia
Los asistentes recorren el pabellón escuchando las explicaciones de sus audioguías. Interesantes descripciones de las obras al principio que derivan en monótonos discursos, según los comentarios de algunas personas.
Una de las obras que ocupa un espacio principal, es su emblemática Girl with balloon (2003), destruida por una trituradora – adrede – en una sala de subastas en Londres el pasado octubre. Al igual que destaca su icónica Love is in the air (2003), lo hace también de manera especial una de sus intervenciones más conocidas y polémicas: The Walled Off Hotel (2017), un hotel de diez habitaciones frente al muro de Apartheid israelí en Cisjordania, cuyas paredes están llenas de murales como el que representa a un palestino y a un israelí en plena guerra de almohadas. Un conjunto de creaciones que reflejan también la más pura realidad del panorama político europeo. Así, la salida de Reino Unido de la Unión Europea queda plasmada en su Mural del Brexit (2017), pintado en la fachada de un edificio en Dover (Reino Unido).
Mural del Brexit en Dover (UK). Fuente propia
Casi tres horas después, se llega a la salida del pabellón no sin antes atravesar la correspondiente tienda de merchandising con artículos de recuerdo de la exposición. Lo que lleva a muchos a reflexionar acerca de algo tan contradictorio como es el hecho de vender camisetas a treinta euros en una exposición con la marca de un autor reconocido, precisamente, por sus ataques sin piedad al capitalismo, a Estados Unidos y a las clases sociales más acomodadas.
¿Cuál es el misterio de Banksy? Algunos dirán que es un genio y sus detractores, que un vándalo. Pero una cosa está clara y, es que, en la exposición se respira postureo cada dos pasos. Es decir, basta levantar un segundo la mirada al frente para contemplar a cientos de visitantes con un objetivo claro: hacer tantas fotos de la muestra como sea posible en vez de disfrutar y comprender el arte urbano contemporáneo del artista. Un gusto algo excesivo de precio - nada más y nada menos que al no tan módico importe de quince euros - para contemplar las obras de un artista únicamente a través de la lente de un teléfono móvil.