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Se cayó la venda

Editorial
Culturas
“Es que Eurovisión está muy politizado, así es imposible ganar”. Esa ha sido la mayor excusa (y la mayor mentira) de España para cada una de las últimas ediciones del concurso musical europeo. Y por fin ha llegado la hora: nos han dado con ella en toda la cara. Sobre todo a aquellos que seguían pensando que el problema eran los demás y sus votaciones, y no los candidatos que hemos enviado para representarnos.

Humildad y ternura. Eso es todo lo que les ha hecho falta a nuestros vecinos, los portugueses, para conquistar Europa y alzarse como vencedores en el concurso. Nada de grandes luces, cañones de confeti o bailarines extravagantes. Solo Salvador Sobral, su ternura y la dulce canción que compuso su hermana. Y no solo han conquistado Europa, sino que han ganado por todo lo alto, con la puntuación más elevada desde que Eurovisión inició su andadura en los años 50. Nada mal para ser la primera vez que Portugal gana el concurso.

Aun así, medios y personas particulares, atribuyen el último puesto en el que ha quedado nuestro país (con cinco puntos, por detrás de Alemania) al ya famoso “gallo” de Manel Navarro. Un chico que ya generó polémica por el amaño de su elección como representante. Ésta se dejó en manos de un jurado, en lugar del público. Y así es como el tercero más votado por la audiencia se alzó con la victoria. Una victoria que, con gallo o sin él, no llegó ni a rozar Europa.

Manel Navarro (i) durante su actuación en Eurovisión 2017.

Gallos aparte, nos presentamos a Eurovisión con un candidato que ni siquiera parecía ser apreciado por su propio país. Porque España no conseguía verse representada en una canción que daba la impresión de haber sido sacada de un anuncio de cerveza. Puede que el gallo rematase una actuación que estaba dejando plantado en el sitio al público que se congregó en Kiev, pero no fue el principal problema. ¿Cómo pretendíamos que le gustase al resto de Europa algo que ni a los propios españoles nos gustaba?

La industria ya no controla los gustos de los consumidores, y es absurdo que pretendan seguir haciéndolo en festivales como este. Las opciones están ante nuestros ojos, ya no nos limitamos a consumir lo que las industrias ponen a nuestro alcance. Buscamos lo que nos gusta, como nos gusta y cuando nos gusta. Por suerte, los españoles nos lo tomamos con buen humor y twitter se convirtió en un hervidero de gracia e ingenio que incluso demandaba que nos devolvieron nuestro cero, para perder con la elegancia que nos merecíamos.

Al menos consuela saber que, en esta edición, ha ganado la música de verdad. Esa que conmueve el alma, que luce por su sencillez porque conquista a base de ritmo, palabras y una buena voz. Esa que se mueve más allá de lo comercial, de lo estrambótico. Esa que no necesita adornos ni personajes creados de forma artificial por grandes empresas. Esa que llega al corazón.

Aquí tenéis la actuación final de Salvador Sobral junto a su hermana, Luisa.

 

 

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